En marzo de 2021 se han cumplido 500 años desde que la expedición española, liderada por Fernando de Magallanes, arribara al archipiélago de las actuales Filipinas, tras 17 meses de navegación hacia lo desconocido en busca de una nueva ruta a la Especiería.
Aquel primer encuentro entre Oriente y Occidente en las islas de Suluan y Homonhon fue, de hecho, muy cordial. El cronista Pigafetta describió así la reunión entre Magallanes y el rey de Samar: “… para celebrar una ceremonia de nuestro culto. El rey lo aprobó todo y nos mandó dos cerdos recién sacrificados”. Se refería al domingo de Resurrección: la primera misa cristina en lo que hoy es el tercer país con más católicos del mundo. Esta aventura de los primeros de Filipinas, culminada por Juan Sebastián Elcano con la primera circunnavegación, demostró la esfericidad de la Tierra y dibujó un nuevo mapamundi.

El dominio español sobre el archipiélago filipino ─cuyo nombre tiene su origen en el rey Felipe II─ concluyó casi 4 siglos después, cuando Estados Unidos hizo añicos los anhelos independentistas y ocupó el poder colonial durante El Desastre de 1898. La flota española fue destruida en mayo de ese año en la batalla naval de Cavite y Manila capituló tres meses después. Pero estas noticias no llegaron a tiempo a Baler, un pueblo aislado entre la costa del noroeste de Luzón y la cordillera de la Sierra Madre. Cegados por el hambre, las enfermedades y las continuas amenazas de los rebeldes tagalos, el destacamento de Cazadores Expedicionarios Nº 2, formado por 3 oficiales, 50 soldados, un teniente médico y un sanitario, se encerró en la pequeña iglesia de Baler a la espera de refuerzos desde Manila, negándose estoicamente a creer que el ocaso del Imperio donde, durante siglos, no se ponía el Sol, hubiera tenido lugar en apenas unas semanas.
Superada su agónica aventura hacia la sinrazón durante 337 días de encierro, en condiciones infrahumanas ─en la iglesia fallecieron 19 soldados─, los 33 famélicos y demacrados supervivientes, además de dos franciscanos, finalmente depusieron las armas y abandonaron la iglesia, por su propio pie, el 2 de junio de 1899. Hacía 10 meses que Manila ya no era oficialmente territorio español.
Temerosos por las posibles represalias de los insurrectos katipuneros, fue el propio líder de la Revolución filipina, Emilio Aguinaldo, quien mejor definió su gesta en un célebre salvoconducto, una loa al vencido que no tiene precedentes en la historiografía militar:
Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su Bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa (…) Vengo en disponer lo siguiente: Artículo único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país (…).

Día de la Amistad entre España y Filipinas

El legado de los héroes de Baler ─más conocidos como los últimos de Filipinas─ contiene un código de honor universal, basado en valores imperecederos, como la empatía, el sentido del deber, el apego a la vida, la magnanimidad, la gratitud, la dignidad en la derrota y la humildad en la victoria. Así lo interpretó en 2002 el Senador Edgardo Javier Angara, cuando promovió la Ley de la República Nº 9187, que establece el 30 de junio como el Día de España y Filipinas, para fortalecer la relación entre dos naciones que comparten tantas memorias y tradiciones.

En palabras del senador Sonny Angara, hijo del Edgardo J. Angara, “conmemoramos que lo que comenzó con muerte, guerra y fatalidad y terminó en amistad y respeto mutuo. En lugar de rememorar cómo los colonizadores se rindieron después de un asedio de 11 meses, es mejor que, como nación, recordemos que casi cuatro siglos de dominio español concluyeron con reconciliación, amistad, compasión y camaradería”.

Ambos países deben ahora mirar hacia el futuro, sobre la base de su enorme fondo de convivencia, con sus luces y sus sombras, como toda Historia digna de prolongarse durante varios siglos. La reciente inauguración en Madrid de una estatua dedicada los héroes de Baler, situada precisamente en el mismo distrito que el monumento que la capital dedicó en 1996 al poeta José Rizal, supone otro paso adelante para rescatar del olvido el legado universal encerrado en la lejana iglesia de San Luis de Tolosa desde los albores el siglo XX.
A ese reencuentro y al fortalecimiento de las relaciones entre España y Filipinas está dedicado, precisamente, el documental Los últimos de Filipinas. Regreso a Baler.
Buenas tardes Jesús:
Ha sido para mi una muy grata sorpresa encontrarme con tu libro “Más se perdió en Filipinas. La épica resistencia de los héroes de Baler”. Sin duda, era lo que menos esperaba encontrarme ayer ojeando títulos en la librería Cervantes de Oviedo.
El manuscrito de Ramón Boades, le da una gran singularidad y aunque resulta un poco complejo de leer (el manuscrito), espero poder hacerlo.
Me alegró mucho tu nueva aportación en forma de libro a todo lo escrito en los últimos tiempos (la bibliografía que recopilé hace años, se ha quedado francamente corta). Sigo esperando la publicación traducida de “Flames over Baler”. Espero que algún día llegue.
Porque para los que amamos los libros, sólo éstos perduran en el tiempo.
Gracias y salud.
Mario López Feito
Asturias
Muchas gracias, Mario. Te mando un abrazo grande